«Mira, Platero, qué de rosas…»

15 de Agosto

Esta mañana, un amigo me recordaba a Juan Ramón Jiménez con «Platero y yo» y ese capítulo X tan hermoso que se titula «¡Ángelus!«. Es curioso, pero de entrada, solo he relacionado ese momento al sonido de las campanas del medio día, aquí lo tocan a diario y, a veces, cuando lo escucho, lo interpreto por costumbre como la llamada de algún ángel al rezo. No suelo rezar en ese momento, o a veces sí, lanzo entonces, «schwärmerisch«, algún deseo al universo, pero da igual si rezo o no rezo, el caso es que siempre que escucho las campanas del Ángelus las siento como una señal, como  una apertura del espacio a un tiempo sagrado, a algo mucho más grande que nos trasciende, y mi mente, entonces, intenta alinear el corazón con el amor y el universo. Para los que crean que «chocheo» pues les diré que sí, que «schwärmerisch» significa precisamente eso: «orgiástico» pero también «chochear». La que quiera reír por lo del chocheo cursicomístico, por mi ignorancia, o por lo que quiera, que lo haga, que se ría mucho y bien; reír es muy sano y yo me alegro de todo lo que no sea perjuicio. Y aún así, risas a aparate, al otro lado tengo a mi hermana pequeña, a mi sobrina, a mi mejor amiga, tengo mucho amor y mucho trabajo ya hecho lágrimas, risas y algunos eónes de dolor, así que lo de creer, suspirar y soñar no es porque me falte realidad y un hervor, es pura experiencia y va totalmente en serio.

«MIRA, Platero, qué de rosas caen por todas partes: rosas azules, rosas blancas, sin color… Diríase que el cielo se deshace en rosas. Mira cómo se llenan de rosas la frente, los hombros, las manos… ¿Qué haré yo con tantas rosas?»

No sé cuántas veces habré recordado ya el comienzo de este relato con mi amigo, o al menos esa sensación que dejan en la memoria las imágenes, asociadas al tierno borriquillo: «Mira: todo lo fuerte se hace con su adorno, delicado.» Bastantes diría, y  ahí estaba otra vez esta mañana como una zombi buscando el libro en la estantería para recrearme en esa maravilla completa.  Con la mente y el cuerpo atravesados por la luz de las doce y «Platero y yo» por el «¡Ángelus!» leo en una nota a pie de página, no lo recordaba, que el Ángelus es la hora de la Encarnación y que se reza en su honor, además de al medio día, también al amanecer y a la caída de la tarde. ¡Arcángel San Gabriel! ¡Ay Ruah¡, de pronto, “de las siente galerías del Paraíso se creyera” que me lloviesen las rosas pero en sombras.  

Mi amigo, experto y mago de ensoñaciones y palabras, se sabe el texto completo de memoria, yo, sin embargo, aprendiz de la nada y burradas múltiples, no suelo retener textos, guardo, eso sí, si fueron lo suficientemente significativos, las sensaciones que me provocan, en este caso en concreto: un ansia, un cierto anhelo, un rastro de asombro y de luz, marca somática de la memoria poética que, una y otra vez, me llevan a esa fuente de escritura: «Mas rosas, más rosas, mas rosas …» Gertrude. ¡Un alucine!, creer y ser bestia sin ser borriquillo pero ¡nada! «¡schwärmerisch!», lo bueno es que hoy por fin me di cuenta de mi error y del chute de deslumbre mesiánico que llevaba; el Ángelus al que se refiere el poeta no es el que yo recordaba o imaginaba, el de la luz plena del medio día, no es ni siquiera ese rosado fresco del alba, sino que es el primigenio, el del ocaso,  y a la florida luz hay que añadirle las sombras, ¡bienvenidas!, dicen que  son protectoras. Ya me lo dijo mi amigo una vez algo fastidiado: ¡cuidado que sobreexpones!  

Parece Platero, mientras suena el Ángelus, que esta vida nuestra pierde su fuerza cotidiana, y que otra fuerza de adentro, más altiva, más constante y más pura, hace que todo, como en surtidores de gracia, suba a las estrellas, que se encienden ya entre las rosas …

Es interesante como todo gira y en ese movimiento de abajo arriba, el cielo se oscurece y se vuelve tierra y la tierra, desde el interior del poeta, se ilumina, se hace sacra, y se convierte «verbo»: “Mas rosas …”, rosas que son las del crepúsculo, ese momento liminar donde todo fluye, lo terrestre en lo celeste y viceversa, cuando el péndulo de la vida palpita y deja entrever el misterio.  Porque las rosas no son solo las que caen del cielo, son también las rosas del amor más terrenal e inocente, rosas de vida trascendente, de luz negra y hermosa en los ojos del borriquillo, que ajeno al espectáculo, abre con su belleza el espacio de ese instante sagrado, el de la poesía.

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Das Angelusgebet

El camino del amor parece siempre el camino del medio, ese Ángelus de libertad entre la consciencia tranquila y la pasión del ¡ábrete sésamo! en los ojos de Platero.  

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Astor Piazzolla – Libertango

¡Feliz día de la Pachamama!

Llevo un montón de tiempo sin pasarme por aquí porque ando bastante ocupada con mis muchos quehaceres domésticos y con otros temas referentes a Cervantes y su Quijote, temas que me tienen, algo así como al hidalgo los libros de caballerías, algo secos los sesos. Lo único que no suelo descuidar, ahora más con el verano y el buen tiempo, son mis andanzas por estos campos y las clases de flamenco; la temporada pasada, los tientos se me dieron fatal y fue probablemente porque falté muchas veces, y demás, no le dediqué la atención y el amor suficientes, tristes tientos … Hace ya algunas semanas que comenzamos a aprender colombianas y esta vez me propuse afinar mejor el cuerpo. En fin, que el día solo tiene 24 horas y también me gusta dormir, ir al cine, al teatro cuando puedo, ir a comerme un helado de esos con avellanas y nata en copa gigante, sin luchas ni aspavientos. De vez en cuando, me gusta también tumbarme en la hierba, respirar profundo y hacer eso, nada. Pero hoy no, hoy quiero tomarme el tiempo, aunque eso me cueste descuidar Quijotes, limpiezas, comidas y obligaciones, para agradecer y celebrar con todas las personas que se pasan por aquí, familia, amistades, personas siempre queridas, las desconocidas, las cercanas, las distantes, el día de la más hermosa y grande, la amorosa y sin par Pachamama. Sí, parece burla pero nada más lejos; recuerden a Horacio y entenderán muchas locuras: «ridendo dicere verum«.

Desde tiempos ancestrales, el 1 de agosto, los pueblos andinos de América del sur celebran su vinculación con la naturaleza, la diosa Madre, la Pachamama. Los sé porque una amiga me lo ha recordado esta mañana en un post: «Hoy es el día de la Pachamama … No esperes invitación si ya sabes que tienes que ir a su encuentro …» Ni corta ni perezosa me he echado al campo, como hago a menudo, como me echo algo torpe ahora a este blog y a estas letras, y le he devuelto una flor, la mejor que tenía en un ramo, unos inciensos, una velita de cera natural … nada que Ella, la Pachamama, no tenga y que no le pertenezca, abundante, amorosa y regalada como es. Mientras subía el ribazo, pensaba que era poco lo que le llevaba pero recordaba que yo también soy tierra, menudilla, y sin ser tan fértil, algo Suyo, me decía, también tendría que tener, aunque solo fuera, sea, prestado, el cuerpo, la vida. Realmente no llevaba mucho para ofrecerle, pero sí que quería darle las gracias por toda la belleza y abundancia que derrocha, pensaba, además, que le iba a seguir ofreciendo en la medida de lo que alcanzo, mi tiempo y mis cuidados, mi amor a todo que me rodea, a este espacio de tierra y piedras que habito y a todos sus seres vivos, sin falsa modestia pero con modestia. No sé si me explico y aunque lo parezca no me contradigo; aunque algo más hago, pero tumbarse en la hierva, como hacen los niños, y observar insectos, no hacer nada, no pedir nada, desear mucho y poco, a mí me parece en los tiempos que corren, y tan deprisa, que también puede ser un pequeño gran servicio, mi granito de tiempo, de arena, o de lo que sea. Hay millones de estrellas, muchísimas más que humanos, en esa inmensidad del universo, quizás haya una partícula, entre billones, por muy elemental que sea, donde tenga mi amor, mi luz con toda mi oscuridad, excusas aparte, por fútil que sea, su espacio.

He leído después, que para celebrar este día tan señalado, grandes y pequeñas comunidades de personas se reúnen y cavan un hoyo en la tierra, que simboliza la boca de la Pachamama, e introducen en él una olla de barro con comida, frutas, semillas, manís, hojas de coca, plantas medicinales, bebidas … todo para mantener el equilibrio que se debe de dar entre nosotros, los humanos y la naturaleza. Son sus mayores los que cavan el hoyo y piden permiso a sus ancestros y a las energías del lugar para abrir el espacio ceremonial a la ofrenda. Luego, cubren las ofrendas con tierra y hacen un montículo con piedras y flores, y dan las gracias a la Gran Madre por todo, por los frutos y el buen tiempo.

Hace unos días escuchaba decir a una mujer muy sabia algo así como que somos como islas pero que si miramos bien en las profundidades del mar estamos todos unidos y hoy, pensando en la Pachamama, en todas las personas que hoy para celebrarla se reúnen, pensando en todos Ustedes, hoy de corazón, creo que la entiendo.

¡Gracias por la vida! ¡Madre!

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